extraño rostro de diosa
sobre mi hogar de leche,
delicado asilo,
te devoré.
Mi necesidad te tragó
como si fueses comida.
Lo que diste
lo recuerdo en un sueño:
los brazos pecosos envolviéndome,
la risa en alguna parte sobre mi sombrero de lana,
los dedos de sangre atando mi zapato,
los senos colgando como dos murciélagos
y luego precipitándose hacia mí
hasta doblarme.
Ahora los senos que conocí a medianoche
me golpean como el mar.
Anne Sexton del libro El asesino y otros poemas
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